En su afán por estimular el apetito sexual o intensificar su potencia, el hombre ha buscado todo tipo de brebajes, sustancias, plantas y comidas que actúen sobre el sistema nervioso, dando lugar, en muchas ocasiones, a mitos que no tienen más fundamento que la imaginación humana. A lo largo de la historia, podemos encontrar un amplio legado y testimonios sobre la comida afrodisíaca, que ya en la antigüedad se conocía. Pero, ¿realmente están comidas pueden estimular el apetito sexual? ¿Qué hay de verdad en ello y cómo actúan?
Un afrodisíaco es “cualquier sustancia que, en teoría, enciende la pasión y aumenta el apetito sexual“. El término deriva de la diosa griega Afrodita (Venus para los romanos), quien está relacionada con el amor, la fecundidad y la energía primaveral.
Cuando se experimenta atracción por otra persona, el organismo produce una sustancia llamada feniletilamina, que es la generadora del “amor” y que, a su vez, esta estimula la secreción de dopamina en el cerebro. Niveles elevados de esta hormona causan la falta de sueño, euforia, exaltación y otros síntomas del enamoramiento. Siempre se ha pensado que los alimentos afrodisiacos, como las ostras, almejas o mejillones, podrían contribuir a incrementar estas sustancias ya que estos alimentos contienen elementos que favorecen la liberación de testosterona y estrógenos (hormonas sexuales). Sin embargo, diversas investigaciones científicas, realizadas en distintos países, han determinado que no existe una relación entre la estimulación del apetito sexual y la ingesta de estos alimentos. Por ejemplo, el departamento de Salud de Estados Unidos advirtió que “la reputación de la mayoría de los productos que se consideran afrodisíacos está basada en la tradición popular y no en hechos“.
Pero entonces, ¿A qué se debe la popularidad de estos alimentos? ¿Por qué siempre se les ha otorgado características afrodisiacas? Algunos especialistas en sexualidad afirman que no existen alimentos afrodisiacos, sino alimentos que poseen formas representativas que nos recuerdan a los órganos genitales, o que se pueden comer de una forma erótica y sensual. Tal es el caso, por ejemplo, de las almejas y ostras. Las primeras, más que por aumentar los niveles de testosterona o estrógenos, estimulan el apetito sexual por su olor; y, las segundas, su olor marítimo evoca al olor genital femenino y a su sudor, lo cual otorga gran sensación de erotismo y estimula el apetito sexual. Otro ejemplo podría ser la fresa, que se asemeja a una lengua en cuanto a su textura y color, por lo que comer una de estas deliciosas frutas otorga cierto grado de erotismo. Los higos, por su parte, se asemejan a la forma de los genitales femeninos. Otros alimentos presentan valor afrodisiaco por el erotismo y sensualidad que envuelve su ingesta. Tal es el caso de los espárragos y los plátanos, que estimulan la libido por su forma fálica.
En cuanto al chocolate, su fama tiene dónde sustentarse ya que diversas investigaciones han arrojado que el cacao posee un alto efecto revitalizante y tiene teobromina, un componente para paliar el cansancio y estimular la mente. Además, este alimento contiene triptófano, un aminoácido precursor de la serotonina (neurotransmisor relacionado con el placer y el humor), por lo que siempre se ha pensado que comer chocolate mejora el estado de ánimo y da placer. Sin embargo, en la formación de la serotonina influyen más factores aparte del triptófano. Otra sustancia que contiene el chocolate es la feniletilamina, ya mencionada antes, que es segregada en el cerebro cuando nos enamoramos. De esta manera, bien sea por su contenido en triptófano o en feniletilamina, el chocolate ha sido siempre considerado como un alimento afrodisiaco; pero las investigaciones han desvelado que las cantidades que contiene el chocolate de estas sustancias afrodisiacas son demasiados bajas como para tener algún efecto notable.
Una mención aparte merecen los alimentos con niveles calóricos y energéticos muy altos, algunos de ellos tratados como alimentos afrodisiacos, los cuales no son garantía de una relación sexual satisfactoria si no intervienen otros factores decisivos como las hormonas o el ambiente. La miel, por ejemplo, presenta un alto contenido en vitaminas B, C y minerales del polen que podrían estimular la producción de hormonas sexuales; sin embargo, sus concentraciones son tan pequeñas que su efecto afrodisiaco se deba más a la sugestión mental que a su contenido químico.
Hasta el momento, los únicos afrodisíacos que cuentan con el respaldo de diversas investigaciones científicas, son los producidos por el cuerpo humano: las feromonas, existentes también en diversas especies animales, ya que son potentes “imanes” que provocan la atracción sexual entre sujetos de misma especie. Las feromonas son sustancias químicas que envían señales de olor subconscientemente a las personas del sexo opuesto que de forma natural disparan los sentimientos de atracción sexual, mejorando la vida sexual.
De esta manera, los alimentos conocidos hasta ahora como afrodisiacos, y a la luz de de distintas investigaciones, parece que no contienen la química necesaria para actuar como afrodisiaco y estimular el apetito sexual; pero ¿acaso no es cierto el efecto que mucho de ellos producen? Por ejemplo, el plátano no tiene ninguna sustancia afrodisiaca; no obstante, ¿qué hombre se resiste ante una mujer comiendo, de forma sensual, uno de estos frutos? ¿Puede ser un alimento afrodisiaco por el efecto que produce la sensualidad de su ingesta, su forma o color? Al fin y al cabo, el objetivo de un afrodisiaco es aumentar el apetito sexual…
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