Contemplar un cometa cruzando el cielo siempre ha resultado espectacular, aunque estos solo sean bloques enormes de hielo, gases, piedra y polvo.
Estos visitantes se acercan a la tierra desde su formación. En la antigüedad su presencia era el presagio de mala fortuna y esa creencia se mantuvo durante siglos.
La mayoría de los cometas se presentan sin avisar y algunos de ellos no vuelven nunca, o tras pasar cerca del sol se dispersan y desaparecen.
En el año 1066 ocurrió la batalla de Hastings, donde los soldados anglosajones que luchaban con el rey Harold presenciaron la inesperada visita de un escalofriante objeto cruzando los cielos. Tuvieron motivos para tenerle miedo pues los normandos mataron a su rey y conquistaron el país. Este objeto celeste era el cometa de Halley.
Dicho cometa de corto periodo no lleva el nombre de su descubridor, sino el de Edmond Halley (1656-1742), el segundo astrónomo real de Inglaterra, que afirmó que se trataba de un visitante regular de nuestro cielo que regresa cada 75 o 76 años.
Los astrónomos han estudiado desde entonces la frecuencia de este pequeño astro y han llegado a documentar cada una de las más de 30 veces que nos ha visitado desde el año 240 a.C. ¡Imaginaos si nos conoce bien!