Rhodopseudomonas palustris se encuentra extensamente en la naturaleza y se ha aislado de lagunas de deshechos, excrementos de lombriz, sedimentos costeros marinos y agua de estanques.
En 2004 se consiguió secuenciar el genoma de una de sus cepas para así poder obtener más información sobre cómo es capaz la bacteria de cambiar su metabolismo. Se encontró que es capaz de procesar y analizar algunos componentes de su entorno para detectar fluctuaciones en los niveles de carbono, nitrógeno, oxígeno y luz.
R. palustris tiene complejos que recolectan luz y centros de reacción fotosintética, al igual que organismos fotosintéticos como las plantas verdes. Además, es capaz de modular la fotosíntesis según la cantidad de luz disponible igual que sus compañeras bacterias púrpuras. También posee la proteína ruBisCO, necesaria para a fijación del CO2 en plantas y otros organismos fotosintéticos.
Además de la «ingesta» de electricidad, los biotecnólogos han encontrado otras aplicaciones comerciales a esta bacteria: (i) biodegradación donde R. palustris es capaz de metabolizar la lignina y algunos ácidos resultantes de la degradación de los residuos vegetales y animales metabolizando el CO2. Además, puede degradar los compuestos aromáticos que se encuentran en los residuos industriales y (ii) producción de hidrógeno donde las bacterias fototróficas púrpuras pueden utilizarse para la síntesis de bioplásticos y la producción de hidrógeno. R. palustris es especial porque en esta fijación de nitrógeno produce 3 veces más de hidrógeno que sus compañeras púrpuras. De todas formas, aún se desconoce parte de sus rutas metabólicas y los mecanismos de regulación.