El daño cerebral adquirido es un término que utilizamos para referirnos a diferentes circunstancias que causan un deterioro en el cerebro, dando lugar a unas secuelas de gravedad variable que pueden ser duraderas o no. El daño cerebral puede deberse a diferentes motivos. Los principales son:
Accidente cerebrovascular (ACV) o ictus: es un cese en el aporte de oxígeno y glucosa al cerebro o a una zona determinada, lo que hace que no se pueda producir el metabolismo energético normal. Esta interferencia en el flujo sanguíneo causa un trastorno cerebrovascular. Los principales tipos son:
Embolia: es la oclusión de un vaso sanguíneo, a causa de un material de origen vascular o no, que se desprende y circula por los vasos sanguíneos hasta llegas a uno de menor tamaño por el cual no puede pasar, por lo que se queda atascado bloqueándolo e impidiendo el paso de la sangre que riega esa zona. Estos materiales que circulan por el torrente sanguíneo pueden ser burbujas de aire, coágulos de sangre o grasa, restos de células tumorales, etc.
Trombosis: a causa de una inflamación de las paredes de los vasos (imagen 1), se produce un trastorno que no permite que la sangre fluya con normalidad. Existen otras enfermedades que afectan a este trastorno, siendo factores de riesgo, tales como la arteriosclerosis o la hipertensión.
Hemorragia cerebral: debido a la rotura de un aneurisma, un traumatismo, hipertensión o una malformación arteriovenosa, se produce una entrada masiva de sangre en el cerebro que afecta a varias zonas. Sus síntomas dependerán pues de la magnitud de la hemorragia y de la cantidad de sangre extravasada. Podemos dividirlas en hemorragias intracerebrales y hemorragias subaracnoideas. En las primeras, la sangre permanece en el interior del encéfalo mientras que en las subaracnoideas, también se encuentra afectado este espacio.
Otra causa del daño cerebral y, tristemente, una bastante frecuente en estos días, es el traumatismo craneoencefálico (TCE), que es una lesión en el cerebro debido a un golpe recibido de manera externa. Este puede ser de dos tipos:
Abierto: el golpe fractura el cráneo, dejando el encéfalo en contacto con el exterior. Normalmente las lesiones que aparecen con posterioridad tienen relación con las áreas dañadas durante el traumatismo. Pueden aparecer focos epilépticos allí donde se produce un proceso de cicatrización de las heridas. Existe la posibilidad de un buen pronóstico de recuperación y poca probabilidad de pérdida de conciencia.
Cerrado: el traumatismo no fractura el cráneo, pero la fuerza del golpe genera una onda que hace al encéfalo desplazarse y golpearse contra el interior de la bóveda craneana en el punto opuesto al golpe inicial, dando lugar a un contragolpe que es el que creará las secuelas más graves. Este tipo de TCE suele ser más severo, con lesiones posteriores más amplias y peor pronóstico de recuperación. La aparición de pérdida de conciencia es más frecuente y la recuperación del paciente dependerá de la extensión de la lesión, así como de la naturaleza de las secuelas que aparezcan (imagen 2).
Otra causa de daño cerebral adquirido es la aparición de algún tipo de tumor cerebral. Como muchos sabremos, un tumor es un crecimiento anormal de células en un tejido, independientemente de las estructuras adyacentes y sin ninguna función fisiológica. Los tumores cerebrales pueden surgir en el propio cerebro o en otro lugar del cuerpo y haber llegado a él como consecuencia de la metástasis. La principal clasificación en la que podemos dividirlos es según su grado de penetración:
Infiltrantes: no se encuentran claramente diferenciados y separados del tejido que los rodea, por lo que afectan a varias áreas del cerebro. Suelen originarse en las células gliales o ser consecuencia de una metástasis.
Encapsulados: se encuentran aislados de otras estructuras cercanas. Es posible su extracción gracias a cirugía, aunque esto dependerá del lugar en el que se localicen y de las estructuras adyacentes. Normalmente aparecen en las meninges, en los nervios craneales o el propio cráneo y los efectos que producen son debidos a la presión que ejercen sobre otras estructuras.
También pueden aparecer enfermedades que causen un daño cerebral. Son infecciones que atraviesan las barreras de defensa del cerebro. Según el organismo que las cause, podemos clasificarlas en varios tipos:
Víricas: ocurren cuando un virus accede al sistema nervioso central. Son la meningitis viral o séptica, encefalitis viral, la rabia, etc. (imagen 3).
Bacterianas: se producen por una infección en el torrente sanguíneo (imagen 4). Las más comunes son la meningitis, el tétano o los abscesos cerebrales.
También pueden ocurrir infecciones por protozoos, que causan infecciones asintomáticas que pueden llegar a ser muy severas como la toxoplasmosis o la malaria.
Por último, podemos encontrar las demencias. Estos son trastornos que implican una pérdida progresiva de funciones en personas que hasta ese momento habían permanecido sanas, pudiendo ser de naturaleza cortical, subcortical o axial.
Además de todo lo dicho hasta ahora, podemos encontrar otras alteraciones médicas, como la epilepsia o las migrañas, que pueden causar un daño cerebral.
Tal y como hemos visto, cada caso de paciente con daño cerebral es muy diferente a los demás debido a las causas de la lesión y la gran variedad de síntomas que pueden aparecer, así como la evolución que el daño puede tener en cada caso. Así pues, el tratamiento recibido deberá ser personalizado y ajustado a cada persona concreta. De esta manera, es muy posible que se prescriba un tratamiento farmacológico para paliar los efectos de la lesión sufrida, tales como hipo o hipertensión, diabetes, etc. También la asistencia de un profesional fisioterapeuta será muy necesario en los casos en los cuales haya unas secuelas físicas que afecten al movimiento normal del paciente, tal y como era previamente a sufrir la lesión. Asimismo, un neuropsicólogo que ayude a rehabilitar sus funciones cognitivas será de gran importancia para que la persona con daño cerebral adquirido recupere su estado cognitivo previo tanto de orientación, atención, memoria, lenguaje, funciones ejecutivas, etc. Por último, un psicólogo que asista a este paciente en esta etapa tan difícil por la que pasa sin previo aviso hará más sencillo su avance, ya que le ayudará a comprender el duelo por el que está pasando. De igual manera, las personas que, sin ser profesionales de la salud, se ocupan del cuidado de estos pacientes, pueden recurrir a la asistencia de un profesional que les aconseje y les guíe. Estos cuidadores, normalmente hijos, padres, sobrinos del paciente, sufren también mucho y pueden llegar a sentirse cansados y quemados de la nueva situación en la que se ven repentinamente inmersos. Es por esto que pueden buscar el apoyo de alguien que les explique la situación por la que están pasando y les aconseje (imagen 5).
El daño cerebral adquirido no deja de ser una enfermedad terrible que acontece sin ser apenas previsible, pero que es posible prevenir en cierta medida llevando unos hábitos de vida saludable y siendo cuidadosos con las conductas que realizamos, así como cuidando de quienes nos rodean. Aun así, es preferible conocer las formas en las cuales esta enfermedad puede cruzarse en nuestras vidas y estar atentos a los síntomas de alarma que pueden indicarnos que hay algún problema, para así acudir en busca de ayuda cuanto antes.
Bibliografía: Pérez García, M. “Manual de neuropsicología clínica”. Ed.Pirámide (2009). León-Carrión, J. “Manual de neuropsicología humana”. Ed. Siglo Veintiuno (1995).